martes, 8 de mayo de 2018

Conoceréis la Verdad y la Verdad os hará Libres (Jn. 8, 32)


Conoceréis la Verdad y la Verdad os hará Libres (Jn. 8, 32)[1]
            La Verdad es la expresión de la voluntad de Dios para la humanidad, misma que hemos conocido a través de Jesús que nos la ha transmitido y revelado. A través de su predicación y sus acciones, Jesús nos puso de manifiesto que la intención de Dios no era mantener al hombre oprimido bajo el peso de la estructura religiosa o social, sino que esperaba que el ser humano fuera pleno, tomara su lugar de 'hijo', que renunciara a cualquier tipo de esclavitud, en general, que fuera libre.
            La libertad que Dios nos propone pareciera ser algo más profundo que el simple hecho de optar por lo que se quiere; este es un tema bastante tratado en el que no es oportuno detenerse mucho tiempo. Sin embargo, ante la oferta hay que llevar a cabo un ejercicio básico en cualquier adquisición. Si una persona se acerca a una pastelería, frente al mostrador tendrá una variedad de opciones y se preguntará ¿para quién es?, definido esto se preguntará ¿para qué lo quiero?, y finalmente, después de haber visto el que más le llamó la atención, preguntará a la persona que despacha ¿de qué es este?
            Aunque la situación es bastante sencilla, las preguntas son fundamentales. No es lo mismo comprar un pastel para un niño que para un anciano, para un cumpleaños que para pedir disculpas, de chocolate o de limón. Estas preguntas y sus respuestas se presentan como oportunas para asumir la Libertad que Dios ofrece al ser humano.
  1. ¿Para quién es?
La Libertad que Dios ofrece es un don, pero no un privilegio. Es una oferta que está presente ante todas las personas del mundo, es una opción que debe ser asumida en forma personal y definitiva; no se puede aceptar la libertad para un hermano, un amigo, un hijo, etc., así como tampoco puede aceptarse a medias. Se acepta o no.
El hecho de aceptarla es en sí un acto de libertad. El Dios que nos revela Jesús le propone al ser humano una condición de hijo, pero es el hombre en quien está la opción de aceptarla. Si Dios se impusiera como Padre, entonces dejaría de ser el Dios de Jesús.
Lo particularmente importante de estos dones, es que son para el individuo como canal. Tienen una clara dimensión comunitaria, pesa sobre ellos una fuerte carga social. ¿Qué sería de la humanidad si Jesús conociendo sus dones hubiera optado por quedarse encerrado en su casa? ¿Qué le pasó al  trabajador que escondió sus talentos? ¿Qué fue de la Iglesia mientras los discípulos estaban escondidos por miedo? La Libertad es un don que se vive en relación con los demás, si conocemos a Jesús y somos fieles a su palabra seremos libres, y si somos libres debemos ser promotores de la libertad.
La Libertad entonces, es un don para la persona y una necesidad para la comunidad. Lo que Jesús quiso decirles a los judíos cuando hizo esta oferta está contenido en el capítulo 8 del evangelio de Juan.
  1. ¿Para qué la quiero?
En el plano personal, la Libertad la quiero porque necesito responder al llamado de Dios para ser su hijo. Es decir, necesito darle su puesto a aquello que, dentro o fuera de mí, me impide gozar de la dignidad que tengo.
  1. ¿De qué es?
Es la libertad de ‘Ser’ desde la humanidad y hacia la plenitud. De descubrir la inmensidad humana que habita en cada uno y plantearse un camino de trascendencia, una opción de vida, que permita proyectarse hasta la presencia de Dios.
La verdad es la fuerza de la paz
            Una frase del beato Juan Pablo II citada por Monseñor Juan José Gerardi el 24 de abril de 1998 cuando presentaba el informe del Proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica, Guatemala: Nunca Más.
            En estos momentos en los que en Guatemala se está viviendo un proceso histórico por ponerle nombre a los crímenes cometidos en el contexto del Conflicto Armado Interno (CAI) constantemente me pregunto cuál debería ser el papel de la Iglesia y el mío como creyente frente a todo lo que se dice, se afirma, se publica en los medios de comunicación.
            La Fundación Contra el Terrorismo, publicó en El Periódico hace unos días dos suplementos en los que afirmaban que existió una “Conspiración marxista desde la Iglesia Católica”, según estas publicaciones el movimiento guerrillero se vio -cuando menos- alimentado desde las filas de la Iglesia por sacerdotes, religiosos y religiosas que desde la teología de la liberación infundieron el pensamiento marxista en las comunidades.
            En honor a la verdad, no se puede decir que durante el CAI no hayan existido algunos sacerdotes y religiosos que se involucraron con los grupos guerrilleros, esa fue una opción personal que tomaron en un momento preciso y que nunca fue apoyada ni respaldada por la Iglesia como tal. Entonces, hablar de una conspiración marxista “desde la Iglesia Católica” es una exageración perversa.
            Aunque en el documento se hace mención a varios sacerdotes y religiosos, quiero referirme en este artículo específicamente a lo que se dice de Monseñor Gerardi. Esto quiero hacerlo como un homenaje a su memoria, pero también como un reclamo del reconocimiento de su identidad eclesial, de su ministerio como pastor.
            La Fundación contra el Terrorismo afirma:
Ya en esas fechas, el obispo marxista Juan Gerardi y Conedera, que había sido nombrado como obispo de Quiché en diciembre de 1974, como una medida de presión internacional, a favor del EGP, había decidido cerrar la diócesis del Quiché, abandonando de esta manera a su grey. Gerardi, gran bebedor de coñac y brandy, además de consumidor de finos habanos (según narra Luis Gurriarán en su libro “Guatemala, el Silencio del Gallo”), había abrazado la teología de la liberación a través de lo que ellos denominaban la Iglesia de los Pobres, y participaba activamente, en todas las acciones tendentes a fortalecer la acción guerrillera en ese departamento (según narra Gurriarán en su libro “Guatemala, el Silencio del Gallo”).
            Existe un suceso casi desconocido, que se suscitó cuando en este año (1980) Gerardi fue citado al Vaticano, en donde Juan Pablo II le espetó una reprimenda, llamándole la atención por su actitud (militancia) y el consecuente comprometimiento de la Iglesia, como consecuencia de la misma; máxime por su papel como presidente de la Conferencia Episcopal. Gerardi prácticamente se insubordinó ante el Papa, afirmándole su contubernio y complicidad con los terroristas, por lo que fue relevado por el sacerdote Pablo Urízar, como Obispo del Quiché. El Papa le prohibió regresar por un tiempo a Guatemala, por lo que debió marcharse a Costa Rica, en donde vivió durante un tiempo conspirando, en la parroquia de San José de Tibás. Desde allí dio inicio la confabulación, para aprovechar el nicho o nueva trinchera, que ofreció el gobierno sandinista a las huestes de Gerardi y de Gurriarán, por lo que establecieron dos bases de operaciones para considerar el proyecto de apoyo al frente internacional del EGP.
            Son dos los hechos históricos que merecen la pena reflexión. Uno, la salida de Monseñor Gerardi y de todos los agentes de pastoral de la diócesis de Quiché, y el otro, la visita a Roma y sus consecuencias.
            Monseñor Gerardi si fue obispo del Quiché, y como lo dice el documento de la Fundación contra el terrorismo, tomó posesión de la diócesis en 1974. Se debe tener en cuenta que a partir de julio de 1978, cuando entra en el poder el General Romeo Lucas García, las condiciones del CAI, que había explotado en 1960, cambiaron drásticamente y la violencia en contra de la población se generalizó.
            La salida del obispo y los agentes de pastoral de la diócesis se dio el 20 de julio de 1980, producto de la muerte de varios catequistas y sacerdotes, las expulsiones de los misioneros que trabajaban en el Quiché y en general, las graves amenazas que sufría la Iglesia. Éste acto no fue pensado como un 'abandono' a la grey, sino como una denuncia pública de la persecución de la que era víctima la Iglesia, además, tampoco fue considerado como un acto definitivo, sino temporal.
            Semanas después de este hecho, se celebraría en el Vaticano el Sínodo sobre la Familia[2], que se inauguró con una misa en la Capilla Sixtina el viernes 26 de septiembre de 1980[3], al cual Monseñor Juan José Gerardi, como Presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala y Monseñor Próspero Penados del Barrio, Vicepresidente de la misma, estaban invitados y asistieron. Es decir, contrario a lo que plantea el documento, Monseñor Gerardi no fue “citado” por Juan Pablo II al Vaticano, sino que su presencia en ese lugar respondía a un evento en el que participaron obispos de varios países.
            Efectivamente, estando en Roma Monseñor Gerardi aprovechó la oportunidad para hablar con el Papa y hacerle ver la situación grave en la que se encontraba Guatemala y particularmente la diócesis de Quiché.
            Según el libro “Monseñor Juan Gerardi: Testigo Fiel de Dios mártir de la verdad y de la paz”, publicado por la Conferencia Episcopal de Guatemala en 1999, fue sorprendente para Monseñor Gerardi que el Papa le pidiera que regresara a su diócesis, considerando la situación de violencia que se vivía, su expectativa era que Juan Pablo II le dijera que esperara el momento más seguro para regresar, sin embargo no fue así. El Papa, preocupado porque había una diócesis sufriendo sola, le pidió que el regreso fuera inmediato, Monseñor Gerardi lo aceptó y aún con miedo emprendió su viaje de regreso a Guatemala.
            Algo que el documento de la Fundación contra el Terrorismo omite dolosamente, es cuando monseñor Gerardi quiso regresar a Guatemala, el régimen militar del general Fernando Romeo Lucas García, impidió que entrara al territorio nacional, por lo cual se vio en la necesidad de viajar a El Salvador, en donde no lo recibieron porque no podían garantizar su seguridad, y finalmente, a Costa Rica, en donde estuvo exiliado hasta 1982, cuando pudo ingresar al país.
            Seguro que vale la pena leer con un ojo crítico la publicación de la Fundación contra el Terrorismo; seguro que hay mucha información que se da y que mucha de ella es falsa. A estas alturas, cualquier persona tuvo acceso al material de desacreditación del trabajo y la memoria de monseñor Gerardi y serán muy pocos los que se planteen preguntas para intentar darle una explicación o una respuesta a esa información. El golpe está dado y quizá sea efectivo.
           

           

miércoles, 23 de febrero de 2011

Ayer pregunté por vos y el Señor me contestó...

Cuando dije ¿en dónde estás? Me dijo “Está aquí, conmigo”

-No tienes derecho -le dije mientras levantaba mis cosas-, no habrá una fiesta completa en su ausencia y no será divertido llegar a casa sin verle.

-Te lo dije –afirmó- “Está aquí, conmigo”.

- Yo sé lo que dijiste –continuaba llenando mi maleta- y lo entendí claro, pero dime si no es justo mi alegato. Desde antes de empezar a tener memoria ya habían recuerdos suyos grabados en mi corazón y mientras fui creciendo, sólo fui almacenando cariños y sonrisas de su parte. Disculpa –afirme soberbio- pero esta vez, seguramente te equivocaste.

- No tengo por qué explicarte mis motivos –dijo- pero si me explicas los tuyos podría hacerlo.

-Mis motivos… No sé qué esperas oír, pero mis motivos están claros. Los dije al principio ¿o es que en este diálogo la obligación de escuchar sólo la tengo yo? Los voy a repetir lo mejor que pueda: no habrá fiesta completa sin su presencia y no será divertido llegar a casa sin verle.

- Jajaja –rió con dulzura- ¿te das cuenta de lo que dices?

- Si –tajante-

- Pues bueno, no veo cual es el problema.

- ¿Qué dices? –molesto- ¿Te estás burlando de mi? –más molesto- Te parece poco lo que estás viendo, o no estás viendo nada.

- Claro –dijo- lo veo todo. Y no entiendo cuál es el problema.

- No puede ser… Me parece increíble que estés aquí viéndome la cara y haciendo un comentario como ese.

- ¿Qué dijiste sobre mí? –como haciendo ver lo obvio-

- Que estabas aquí viéndome la cara y haciendo comentarios inapropiados. –ofendido-

- ¿Y entonces? –con una ternura que me enardecía-

- ¿Qué? –Abusivo-

- ¿Cuál es el problema? –con una dulzura exagerada-

- Te parece poco que no esté –vencido-

Hizo una sonrisa de esas de medio lado que hace la gente en las películas cuando se acerca un momento feliz y dijo:

- Cuando preguntaste al principio ¿qué fue lo que contesté? Dímelo lo más literal que puedas.

- “Está aquí, conmigo” dije sin pensarlo mucho.

Vi nuevamente su sonrisa en la cara y entendí lo que me había quería decir. Entonces, respiré profundo, sonreí desde adentro, cerré mi maleta y empecé a recibir los abrazos.

viernes, 8 de octubre de 2010

Había una vez

Había una vez una mujer. Para muchos "normal", para otros "especial"; para todos, mujer.

Había una vez un hombre. Para algunos "honesto", para otros "complicado"; para todos, hombre.

Había una vez una decisión. Para ella "normal", para él "especial"; para los dos, decisión.

Había una vez una respuesta. Para ella "honesta", para él "complicada", para ambos, si.

martes, 8 de junio de 2010

Comunicado

Cuando uno se dedica a investigar y profundizar algunas cosas de la vida que llegan a las manos, a los ojos, los oídos, los pies o cualquier otra parte del cuerpo, se encuentra con una serie de nuevas realidades, las cuales, se logran entrelazar para poner de manifiesto una sola cosa: La vida es lo que es, no importa lo que nosotros pensemos o queramos que sea.

Se pueden dejar escritas miles de páginas sobre deontología o ética y cualquiera que tuviera la oportunidad de leerlas se daría cuenta que el “deber ser” es superado infinitesimalmente por el “ser” y aunque las cosas en el mundo actual fueran mejores si estuvieran más identificadas con el mundo ideal, los mejores poetas, los grandes compositores, muchos pensadores y en general, la mitad más uno de la humanidad, pueden afirmar que muchas de las cosas más placenteras y gratificantes que han hecho, están muy lejos de aquellas que debieron haber hecho.

De hecho, irónicamente y por más ilógico que resulte, muchas cosas buenas han sucedido por la rebelión del hombre común al “deber ser” oficial. Resulta entonces que la persona de hoy que vive o trata de vivir apegada al ‘deber ser’ de “hoy”, lo hace embriagada por la sangre y el sudor de alguien que ayer dijo que no a ese deber ser, alguien que probablemente hubiera luchado con
la misma fuerza contra la estructura deontológica de hoy.

Parece que la única forma de vivir sería entonces, no esperar nada mejor. Qué digo mejor, simplemente algo distinto.

Esa sería una conclusión posible, pero mediocre y cobarde. El deber ser de las cosas está grabado en el corazón del ser humano desde que este, como tal, empezó a existir.

La problemática real de este asunto radica en la poca capacidad que tiene el ser humano para entender que este “deber ser” de las cosas “debe ser” igual para todos. Desde la repartición de la riqueza y las oportunidades al trabajo, la educación, la salud, el desarrollo en general, hasta el acceso a la santidad deben ser alcanzables por todos.

En lo personal, no pienso que “deba ser” uno solo el sistema de gobierno, económico o religioso que deba regir a todos los hombres. Todo lo contrario, la diversidad de estos sistemas y la posibilidad de que dentro de ellos cualquier persona pueda tener acceso a la situación ideal de la realidad en la que vive ha de ser el “deber ser” natural que radica en el corazón de la especie.
Esta conclusión es bastante complicada considerando que soy una persona que se jacta de ser cristiana y que aspira a que el mundo llegue a ser un solo pueblo y viva con la armonía que provee la esperanza y la confianza en un solo Dios.

Mientras yo viva seguiré afirmando lo que hasta hoy he afirmado: Creo en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en el bautismo, el perdón de los pecados, la comunión de los santos, la resurrección de los muertos, la vida eterna y la Iglesia Católica, pero renuncio soberanamente a alzar mi mano y mi voz contra cualquiera que no piense como yo.

Efectivamente, creo en una sola Iglesia y en un solo Dios, en lo personal, esta forma de pensar me ha permitido encontrarme con los demás como si fueran mis hermanos y ofrecerles mi vida al considerarlos reflejo de Dios.

Creo en Dios, en el Dios que está con su pueblo y que camina con él, creo en el Dios que perdona y anima al hombre que está dispuesto a intentar hacer las cosas de una forma distinta con tal de hacerlas mejor; creo en un Dios que propone, no impone y sobre todo, que respeta la voluntad de su criatura de caminar cada vez más cerca o más lejos de Él; creo en el Dios que inspira y fortalece a los inspirados, que convoca y no disgrega, que actúa y no se queda solamente observando.

Creo en un Dios diverso, creador de la diversidad; creo en un Dios único, promotor de la unidad; creo en un Dios que ama y favorece el amor.

Creo en un Dios de tiempos precisos y no aleatorios; creo en un Dios que recibe y que no rechaza; en un Dios que escucha y responde, en un Dios que sabe que quiero ser su amigo y que quiero hacer lo correcto, en el momento correcto y por los motivos correctos.

jueves, 11 de marzo de 2010

Un cuentito

Hace dos años se cayó la hoja más seca de un arbol viejo.

El árbol, como no tenía opción, la miraba desde arriba y se lamentaba porque era su hoja con más experiencia. Todos los días les comentaba a las demás hojas todo lo que habían vivido juntos y la importancia que tenía aquella finada compañera para su vida. De hecho, en algún momento, llegó a quejarse abiertamente de la incapacidad que tenían los nuevos retoños para hacerlo olvidar a su vieja amiga.

Todos los nuevos brotes se esmeraban para conseguir que el viejo árbol se sintiera bien, estuviera feliz, confiara en ellos; pero no lo conseguían.

Un día, cuando amanecía, la luz del sol tocó los extremos de las ramas más largas del viejo árbol y cuando sintió el calorcito en sus extremidades, un escalofrío, de esos que estremecen todo el cuerpo provocando un placer poco comparable, lo estremeció y despertó.

Con la luz del sol nuevo pudo contemplar todas sus nuevas hojas, con la luz del sol nuevo pudo ver a la yacente amiga con los ojos inundados de esperanza, con la luz del sol nuevo se sintió agradecido y pleno; agradecido por la bendición de haber tenido a una compañía que lo ayudó a ser lo que ahora era. Pleno, porque se descubrió capaz de seguir albergando nuevas hojas.

Mientras la luz del sol iba abrazando todo su ser sintió la cercanía de sus nuevas compañeras, las amó y entonces, empezó a dar fruto.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Confusión

Después de mucho tiempo se me hizo particularmente oportuno escribir otra vez y preguntar (me) qué pensar sobre lo que está pasando.
Definitivamente encontrar un momento en el acelerado ritmo de vida que se lleva ahora para reconocer que uno se ha enamorado es un trabajo que no suele hacerse muy seguido.
En lo personal creo que es debido a dos cosas, la primera es, que como dijera algún teólogo, enamorarse es un acto de humildad, es aceptar que la felicidad de uno no es perfecta como tal vez alguna vez se había concebido, y que para perfeccionarla es necesario compartirla y cuando uno encuentra a la persona con quien quisiera hacerlo inicia una agonía tan larga que asusta al más valiente de los guerreros. Esa agonía es la que se conoce en los bajos mundos como la época del cortejo.
A pesar de lo bello que puede ser sentirse enamorado y de la ilusión que esto provoca, nadie en este mundo puede negar la situación de incerteza que ocasiona el no saber en qué terminará este proceso.
La otra de las razones por las que según yo cuesta reconocerse enamorado es el miedo. Tal vez esta no sea una razón en sí misma, sino una consecuencia de la primera, pero por lo menos para mí es algo que pesa mucho.
Cuando uno ha pasado mucho tiempo solo se acostumbra a estar así, entonces, cuando el romance toca a la puerta, empieza un debate interno para definir los motivos por los que uno no debería cambiar ese estilo de vida tan cómodo en el que no debe rendirle cuentas a nadie de ninguno de sus actos. Desgraciadamente, a la par de esa reflexión surge la convicción de que en efecto uno no le rinde cuentas a nadie, porque realmente uno no hace mayor cosa.
Lo cierto es que en la actualidad debo confesarme confundido y miedoso, en conclusión, enamorado. ¿Me gusta? Si. ¿Me quejo? Si. ¿Me emociona? Si.
Lo importante de todo esto es que estoy viviendo una felicidad a la que no estoy acostumbrado. Tal vez sea la belleza natural de los días de noviembre, pero los días se me hacen muy bonitos. Todo es diferente cuando se encuentra una persona para compartirlo. Creo que finalmente, me animé a permitirle a alguien acompañarme a terminar mis días y siento que es lo mejor que me ha pasado.
Ciertamente, sentirse enamorado provoca una constante confusión, pero las pocas certezas que brinda aclaran el cielo, curan la gripe, mejoran la memoria, agrandan el corazón y purifican el espíritu.
Vale la pena enamorarse, confundirse y temer si la recompensa es encontrar un lugar para recostarse y terminar los días.

jueves, 20 de agosto de 2009

Una historia para usted

Corría el reloj después de las 21.00 horas cuando dispuse iniciar mi sesión para comunicarme en tiempo real con algunos de mis amigos.

La gente que uno se encuentra en estos lugares cumple con una serie de requisitos que permite calificarla como rara.

Se han inventado un lenguaje poco común -que no es más que una mezcla de idiomas- para comunicar por escrito todo lo que quieren decir. Pero eso no es todo, a la par de las palabras mal escritas y las tildes omitidas se ven con seria frecuencia los dibujos animados que les permiten expresar lo que sienten.

Aunque quisiera, no podría excluirme de ese grupo. Quisiera poder negarlo, pero yo también he omitido tildes, mal escrito palabras y puesto dibujitos. Digamos pues, que después de todo, yo también me incluyo en ese universo paralelo que creó la comunicación virtual en tiempo real. Lo cual no es del todo malo, considerando que hay personas a las que probablemente nunca les hablaría si no fuera porque existe este nuevo medio de comunicación.

No pareciera que fuera a ser una noche muy distinta a esas comunes y corrientes, a esas en las que el ocio se vuelve el único compañero y uno sólo se mantiene hablando por no perder la costumbre de acostarse después de las once de la noche.
Pero había algo diferente en la atmósfera de esta "sesión".
Cuando uno se conecta y empieza a ver las fotos de la gente que está conectada, inicia un proceso de selección natural, hay un rito que consiste en observar detenidamente los contactos y decidir con cuáles se pretende terminar la noche
En esa frenética búsqueda, de vez en cuando uno se topa con esas personas especiales, esas que se ponen de acuerdo con los ángeles para hacer que uno se sienta como que está de visita por el cielo y que también contratan con los demonios y que lo hacen a uno querer pecar.
Pocas veces uno se encuentra con esas personas que lo hacen pensar en poemas ajenos, en virtudes ajenas, en caricias ajenas, en historias ajenas.
Pocas veces se logra, pero cuando se logra se recuerda para siempre.