domingo, 19 de julio de 2009

Yo hoy

Me parece bien importante escribir sobre el momento actual. La mayoría de mis entradas se refieren a situaciones generales, son muy pocas las que han podido referirse a alguna particularidad y cuando lo hacen, regularmente nadie sabe a qué se refieren.

Hoy yo quiero escribir sobre lo más particular que conozco: Yo Hoy.

Según el reloj de mi computadora son las 5:06 p.m. del 19 de julio de 2009. El señor que se encarga de hacer la limpieza del callejón está chapeando y como siempre deja caer su poderosa arma contra el indeseable monte que malcrece en las orillas de las banquetas y de los postes de luz.
Esa batalla injusta, en la que la pobre hierba está condenada a perder, se inicia siempre con el toque del timbre de mi casa, el verdugo pide permiso para iniciar su masacre y una vez autorizado por mi despiadado papá, inicia con su descarga de filosos golpes que se prolongan por espacio de unos 45 minutos, hasta que la barbarie está completa.
Una vez concluida la matanza, como todo buen asesino, inicia la limpieza de la escena y el levantamiento de los cuerpos. Cientos, si no es que miles de pequeñas verdicidades mutiladas quedarían regadas sobre el asfalto si no fuera porque este señor (quien creo que se llama Juan) es todo un artista de su profesión.
Probablemente no parezca esto algo tan trascendental para iniciar esta entrada, supongo que las cosas como esta deben obviarse para pasar de una vez a lo importante, los detalles escabrosos que van a hacer que la gente que lee mi blog se interese por terminar la lectura...
Sin embargo, esta danza herbicida que se lleva a cabo frente a mi casa todos los meses me provoca dos grandes placeres que vale la pena mencionar. El primero de ellos es ese sonido armónico y sincronizado que resulta de la descarga de los machetazos sobre el monte, porque aunque nuestro invitado de hoy tuviera una precisión quirúrgica, no podría evitar que su arma golpeara el asfalto sobre el que crece esta hierba. Ese sonido metálico que acompaña la labor de este sujeto es una de las cosas más sencillas y más disfrutables que existen en este mundo.
El segundo placer que produce esta visita mensual es el olor de la hierba cortada. Simplemente delicioso. No podría creer que existiera alguien en este mundo que no disfrute de ese aroma. Yo no sé qué compuesto químico lo produzca, pero a pesar de la ignorancia, o tal vez por ella misma, es que me gusta tanto.
Pero no es el objetivo de esta entrada publicar mis placeres. Esta tiene que ser una entrada diferente, porque yo hoy, soy diferente.
Supongo que el ritmo de vida que todas las personas llevamos varía en muchas cosas, pero básicamente es el mismo. Es decir, todos tenemos que dormir y despertar. Lo que marca la diferencia es lo que nos motiva a hacer cualquiera de estas dos cosas.
Creo que una persona feliz duerme bien y se despierta bien. Hace todo lo que tiene que hacer y lo hace bien. Los felices, tienen esa capacidad de hacer lo mismo siempre y disfrutárselo, porque tienen la certeza de que no podrían estar haciendo otra cosa y que si lo hicieran, no serían tan felices, sin embargo, creo que la persona realmente feliz no piensa en qué cosas la hacen feliz, simplemente un feliz es feliz y ya.
Por otro lado, los que no son felices duermen y despiertan. Hacen lo que tienen que hacer -igual que los felices-, pero sueñan con estar en un lugar distinto, probablemente no sepan cual, pero suponen que así van a estar mejor, porque de hecho, cualquier cosa sería mejor que lo que tienen.
Lo que hoy me aflige es ubicarme en cualquiera de las dos categorías. Regularmente me ubico en la primera, siempre me consideré un hombre feliz, pero yo hoy no estoy convencido de eso.
Si lo veo objetivamente, no me falta nada para ser feliz, es decir, gracias a Dios tengo todo. Pero de igual forma, se me dificulta dormir y despertar pensando en que no podría estar en otro lugar. ¿Será que finalmente me estoy volviendo loco? No sé.
Si he de confesar algo es que yo hoy no me siento feliz. No me siento triste, pero feliz definitivamente no. No me quejo de lo que tengo, pero no lo quiero. No me echo la culpa de nada, pero me siento culpable. No me veo como un fracasado, pero no logro definir mis éxitos.
De verdad espero que esta situación cambie en el corto plazo, porque no me gusta ni un poquito... Pero si no cambia, me jacto de haber vivido 26 años, 7 meses y 7 días considerándome un hombre feliz, lo cual creo que ya es bastante.